jueves, 24 de febrero de 2011

¿Apocalípticos o Integrados?

La clase de hoy sobre el concepto de cultura me ha traído a la mente un libro de Umberto Eco que leímos en tercer curso, en la asignatura de  Sociología de la Cultura de Masas: Apocalípticos e integrados. Eco, refiriéndose a la emergencia de la nueva cultura popular y de los mass media, distingue dos grupos de personas: los apocalípticos, que son aquellos que miran hacia el pasado y se aferran a las viejas costumbres, y los integrados, que miran hacia el futuro y alegan los enormes beneficios de esa  nueva cultura que, gracias a los medios de comunicación, se ha difundido entre las masas que antes no tenían acceso a la misma , ya que estaba reservada sólo a las clases privilegiadas. 

Algo parecido está sucediendo ahora con la cultura digital: unos la ven como la solución a todos nuestros problemas y fuente solo de beneficios, crecimiento y desarrollo, y otros, como un moderno demonio dañino que sólo nos traerá problemas y deshumanización. 

Creo que todo avance tiene siempre un lado positivo y otro negativo y que la tarea del hombre consiste en ver más allá, trascender y separar la paja del grano. Somos nosotros los que hemos creado la cultura digital, esa nueva forma de mirar el mundo. Pero, como hemos visto en la clase de hoy, mirar significa separar una parte del todo, ordenar, colocar las cosas en el lugar adecuado; alterar y crear. Por eso pienso que es un error posicionarse como apocalípticos o como integrados y creo que una postura crítica es mucho más enriquecedora. 
Y para conseguirlo primero debemos conocer ese nuevo mundo que se nos presenta, sin miedo, sumergiéndonos en el, bañándonos en sus aguas pero sin perder de vista la playa. Si nos quedamos en la orilla mirando al mar digital por miedo a ahogarnos en él, nos perderemos una experiencia fantástica y, que estoy segura, nos permitirá crecer como personas; pero si nos sumergimos en toda esa información sin saber nadar, sin herramientas que nos ayuden a interpretar lo que vemos, correremos el peligro de ahogarnos. 

Hay un artículo en El Mundo, con el sugerente título, Un mundo distraído, muy interesante, sobre el libro de Nicholas Carrs, Superficiales ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? Su autor nos alerta, desde su propia experiencia, del problema que las nuevas tecnologías y el exceso de información en la red están generando en la manera de mirar y comprender del ser humano. Plantea la duda de si esa nueva cultura habla más al cuerpo que a la mente, potenciando más nuestros reflejos que nuestra capacidad de reflexión.   

Carrs afirma que Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Dice que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Y creo que algo de razón tiene. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención, dice Carrs. Y creo que quizás en esta idea esté una de las claves. 



martes, 15 de febrero de 2011

Goma de borrar digital

Hola a todos y bienvenidos. No ha sido fácil llegar hasta aquí y, a pesar del esfuerzo, no se puede decir que el diseño de mi página vaya a ganar un concurso, pero lo importante en cualquier acción novedosa en nuestra vida es dar el primer paso y aquí estoy.
Esta vez nos toca navegar por ese nuevo mundo que a todos nos fascina y nos asusta, en el que el tiempo y el espacio se deshacen y en el que todo lo que sumergimos en él se diluye en unos y ceros, como si se tratase de un potente disolvente. Pero, curiosamente, al mismo tiempo, igual que en este mundo, todos nuestros recorridos, todas nuestras acciones, dejan huella.  
Os aburriré con una pequeña historia. Cuando una de mis hijas tenía 11 años estaba loca por un chico mayor que ella y en una fiesta él  le preguntó si podía besarla; no contestó y sólo hizo un movimiento de hombros hacia arriba y abajo. El la beso y ella volvió a casa corriendo, llorando y asustada. La experiencia no le gustó, sencillamente no estaba preparada. Cuando me contó lo sucedido intenté quitarle importancia pero ella solo tenía una idea fija en su cabeza: Mamá, me dijo, ¿cómo puedo rebobinar y borrar lo que ha pasado?. Ese día mi hija aprendió dos cosas: que, delante de un chico,  mover los hombros es decir si, y que la vida no es como una película, que podemos rebobinar y borrar.
Algo parecido a esta historia es lo que nos sucede en ese otro mundo; de repente nos asustamos de lo que los demás pueden tener o saber de nosotros, nos movemos torpemente por él creyendo que todo lo que enviamos y contamos, todos nuestros paseos y viajes, todo lo vivido en él, se diluye, y no es así.  Por eso quizás, de nuevo, intentamos poner puertas al campo, y aplicar a ese mundo lo que creemos que funciona en este. Pensamos que podemos inventarnos una vida, hacer en ella lo que queramos y cuando nos interese, rebobinar y borrarla. Pero en el mundo digital eso es más difícil incluso que en el real. Desde el momento en que  nos asomamos a él dejamos nuestra impronta.
Quizás por eso, por la preocupación que ese hecho suscita entre la gente, hay empresas que ya están haciendo negocio con ese miedo y han creado programas que actúan a modo de goma de borrar digital. Lo que el ministro del interior alemán, en la noticia que os cuelgo, denomina "el derecho a permitir olvidar". La pregunta que os propongo es esta: 
 ¿Será posible en ese mundo, como si de una nueva religión digital se tratase, el derecho a la redención?