La verdad es que si hace solo una semanas nos hubieran dicho que en España iba a haber una revolución social como la que estamos protagonizando bajo las siglas 15-M no nos lo hubiésemos creído. De nuevo la tecnología ha dado la mano al hombre para, juntos, poder de nuevo soñar con la utopía y pensar que un mundo diferente y más humano es posible.
Lo que empezó siendo la idea de unos pocos, gracias a su fuerza y a la posibilidadad de ser difundida a través de las redes sociales, se ha convertido en un sueño para muchos ciudadanos y en una pesadilla para la mayoría de nuestros políticos. Los demás países, bajo la atenta mirada de sus representantes, miran con estupor y miedo este "virus" que surgió primero en Africa y ahora ha saltado al mundo "civilizado". Lo que parecía que no nos afectaba resulta que si, aunque de otra forma. Pero en el fondo si lo pensamos es lo mismo; la manifestación de la indignación del ser humano ante el abuso que se produce desde el poder.
Y esta idea no es nueva, nos ha venido acompañando a lo largo de la historia. A. Camus explica muy bien este fenómeno en su magnífico libro El hombre rebelde. Pero ¿quien es el hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero si niega, no renuncia; es también un hombre que dice sí, desde su primer movimiento. Al decir no, manifiesta al mismo tiempo la existencia de una frontera, hasta aquí, y la certeza confusa de un derecho justo. Es aquel que invoca un valor: todo o nada; que actúa, ya no en nombre propio, sino en nombre de un valor subjetivo que siente común a todos los hombres.
Y ¿qué es la rebeldía? Camus afirma que es un sentimiento, una vivencia, una actitud connatural al hombre y al mismo tiempo racional; un valor creado por el hombre mismo. La expresión del malestar y la disconformidad que el hombre siente hacia la realidad; la base de un impulso que ha llevado al ser humano, a través de diferentes mecanismos y en diferentes momentos de la historia, a transformar esa realidad.
Creo que sin saberlo estamos asistiendo a uno de esos momentos de la historia que, como en Africa, quizás también en España y en el resto de Europa marcarán un antes y un después. Ojala sigan creciendo y organizándose con inteligencia; insistiendo y persistiendo en su mensaje para poder conseguir, con ese leve aleteo de mariposa, que los vientos huracanados del cambio social nos traiga algo de cordura.