domingo, 6 de marzo de 2011

Un pixel en la tierra...una mota en el Universo

Me impresionó mucho la imagen  que nos dio el profesor de las Heras sobre lo que los seres humanos ocupamos en la Tierra, a pesar de que el ordenador decidió dejar de funcionar en ese momento y tuvimos que utilizar nuestra imaginación. La mía, de siempre, ha funcionado muy bien y no me costó ver mentalmente una superficie de 77Km en Castilla-La Mancha llena de gente sentada en sus sillas, nada menos que 6 millones de seres humanos, que cabían en ese pequeño espacio. Pero si además, lo viésemos desde fuera, imaginaos lo que supondría esa mancha vista desde cualquier otro planeta...una pequeñísima e invisible mota en nuestra pequeña galaxia dentro de un inmenso Universo. Y, a pesar de que eso es lo que somos, hay que ver la que hemos liado. Y todo gracias o a causa de esa red cultural de la que hablábamos; eso es lo que nos hace pesar tanto y creernos tan importantes. 

Las nuevas tecnologías -que según lo escribo ya se están quedando viejas...-nos permiten aumentar esa red exponencialmente y a una velocidad de vértigo, pero dependiendo siempre de que estemos conectados. El problema -o la suerte, según lo veamos- es que esa conexión no es igual para todos; lo que en principio parece que elimina fronteras y nos hace más iguales, también está marcando muchas diferencias y trazando una enorme brecha entre los que están en la red y los que no. Y esto es así se trate de un pueblo de España sin conexión o de un país entero o un continente mal comunicado. 

Pero no hemos de caer en la falacia de pensar que lo que allí sucede no es cultura; me viene a la mente una expedición que realizó un amigo mío, buzo y fotógrafo profesional, a Papua Nueva-Guinea hace un año. En esos mares sin explorar descubrieron en muy poco tiempo más de trescientas nuevas especies; navegaron por el río Sepik -similar al Amazonas o al Congo- en canoas durante varios días y después de un duro trecking de varias horas llegaron hasta una región inóspita a visitar una tribu. Les acogieron con amabilidad y no comprendían a que se debían tantos abrazos; la felicidad venía de la novedad ya que hacía más de veinte años que no veían a un hombre blanco y, de hecho, para muchos niños y jovenes era su primera vez. Convivieron con ellos algunos días sin conexión a la red pero disfrutando de la enorme cantidad de tiempo libre que su principal ocupación, la caza, les dejaba, sobretodo a los hombres. En esos espacios hablaron del canibalismo y el jefe de la tribu les aseguró que ya no se practicaba, que era algo de la "antigüedad"; cuando le preguntaron que era para el la antigüedad, cuantas generaciones habían pasado, contestó que un poco antes de que viesen a ese último hombre blanco, o sea, unos veinte años. 

Evidentemente la noción del tiempo allí era muy distinta y probablemente no entenderían nuestra desazón cuando navegamos por esos mares de unos y ceros y una página tarda en cargarse en nuestra pantalla más de dos o tres segundos...

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo en que las nuevas tecnologías ayudan a estrechar lazos pero también a separar "mundos" y es que parece que cuando llegamos a algún lugar donde no podamos conectarnos es que hemos entrado en otro mundo... Es curioso y simpático el caso de tu amigo, una experiencia inolvidable sin duda, no todos los días realizas un viaje de ese calibre (quiero decir en persona) y te reciben de ese modo, resulta ya casi imposible encontrar lugares donde los habitantes no hayan visto cambios en sus vidas, al igual que espeanzador de saber que si quiero desconectar tendré un lugar donde refugiarme.

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